LA PRIMERA MUJER BIÓNICA

Claudia Mitchell es la cuarta persona, pero la primera mujer que recibe una de estas máquinas. 

El primero de ellos, Jesse Sullivan, un técnico encargado del mantenimiento de cables telefónicos, perdió los dos brazos en un accidente laboral en mayo de 2001, tras lo cual le fueron implantada las extremidades biónicas. El "brazo biónico" que ahora lleva la joven Claudia Mitchell, de 26 años, puede cortar un filete o fregar los platos con sólo la ayuda de su pensamiento y de una prótesis artificial, a la que le han conectado directamente los nervios. Este caso representa un gran avance dentro de las tecnologías de la rehabilitación, al abrir a los amputados la posibilidad de manejar la prótesis de una forma muy parecida a un brazo natural.



Esta maravilla casi de ciencia ficción se consigue gracias a la revolucionaria conexión que los expertos del Instituto de Rehabilitación de Chicago han conseguido establecer entre el cerebro y la máquina.

El doctor, Todd Kuiten, junto con el cirujano plástico Gregory Dumanian, desplazaron los extremos de los nervios responsables del movimiento de los brazos al pecho de Mitchell, donde unos electrodos reciben las órdenes que emite el cerebro y las transmiten a la prótesis. 

UN PESO DE CINCO KILOS.
Además, este nuevo "brazo biónico" cuenta con seis motores, de forma que los movimientos que permite son mucho más amplios y naturales que los de una prótesis corriente. Ni si quiera el peso del ingenio, cinco kilos, supone una carga para Mitchell.

"Era extraño. Tenía que pensar: <<Bueno, está es mi mano, ¿qué músculo quiero mover?>> Para ello, debía flexionar el músculo pectoral o el tríceps. Ahora lo hago sólo con la mente", dijo Mitchell en una rueda de prensa en el Club de la Prensa de Washington.

AL TOCARLE EL PECHO LO NOTA EN LA MANO
Otra de la innovaciones en el caso de Mitchell es que el pecho le han quedado intacto, en comparación con los casos anteriores, en lo que hubo que extirpar al paciente parte del tejido corporal.

El aparato produce en su portador algunos efectos curiosos, como el que describió Mitchell: cuando alguien le toca el pecho, donde tiene los electrodos conectados a los nervios, siente que le tocan la mano.
El próximo paso, según Kuiken, será conseguir que la mano artificial pueda sentir y enviar esas sensaciones táctiles al cerebro.


Este invento supone una nueva esperanza para los militares estadounidenses que han perdido extremidades en las guerras de Irak y Afganistan.

La mayoría de las lesiones traumáticas las produjeron pequeñas armas de fuego y explosiones, especialmente artefactos improvisados, minas antipersonas, y granadas propulsadas por cohetes. 

Esa situación ha dado nuevos, bríos a esta industria paramédica, que no vivía una situación similar desde los años 70 con la guerra de Vietnam.  

Comentarios

Entradas populares de este blog

ALIMENTO DE LOS DIOSES Y DE LA VIDA: LA ALEGRÍA DEL AMARANTO

MARCO POLO. ¡SUS VIAJES Y LA RUTA DE LA SEDA!

¡La despiadada historia de Irma Grese!